¿Volvieron los Reyes Magos a La Maya?





 En todos mis años en Cuba me ignoraron siempre Los Reyes Magos, me pasaron la cuenta, mis padres tenían su carnet atravesado en la ventana; para bien supongo, y no pasaron nunca los tres Reyes y los juguetes me llegaban de opcional a principal sin más señales que los tiques, el número que nos tocaba y la tarjeta de ropa.

Pero este año mi hija comenzó preguntando cuál de los Reyes respondían al teléfono y jugué con ella a que no existían y me pidió, que sí, que existieran. Suerte que su hermano, un católico consuetudinario, quien aún se mueve en la posibilidad real de convertirse en cura,  dejó que entrar a los tres, y entre mirra y palabras colocó sobre la almohada de Claudia los regalos que supuestamente traerían Gaspar, Melchor y Baltazar. La niña se levantó feliz.

Pero también está la iglesia, ahí los niños recibieron con unos previos tiques regalos, y estregaron dibujos que pintaron en sus casas. Decenas de muchachos de la escuela pasaron al templo, muchachos que izaron la bandera y juraron ser como el Che ahora se plantan en aquella sala enorme y hablan de Cristo y los Reyes.

Cambia la vida, las ventanas están más abiertas y quizá el carnet no tapa todo. A mí me da mejor calidad, entra aire diferente, que no se confunde, sino que se hace otro, porque no se van a quedar fijas las estatuas, el tiempo les ponen polvo y la lluvia es más ácida aun cuando sean las nuestras y sean de verdad.

No me asusté con mi hija, los Reyes entraron dejaron su regalo, yo que jamás fui a la iglesia la dejé con su juego, y le dejé también mi verso, aun cuando los Reyes no supieran que los miro con sospecha, les miro limpiamente a la cara, aunque tampoco los vea nunca traspasar el hueco en la pared mientras saco mis pesos nacionales para colocar en la almohada el juguete que me han hecho comprar casi haciendo magia como un rey.

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