Héctor Olivera, Songo - La Maya y la pasión
Como es lógico nadie me dicta qué sentir, y si lo hiciera, y yo fuera tan torpe como para admitir tal cosa,
igual bien adentro seguiría sintiendo lo que me dicta el pecho ¿Quién puede contra
tanto? Por eso me alegra que un nacional
llegue a su sueño, como pasó con Héctor Olivera.
El joven de casi 30 años firmó con los Dodgers por 62 y medio
millones de dólares, hace muy poco lo veíamos por La Maya o el Cristo y era un
ser común entre nosotros, con su sueldo y su fama a cuestas; era, o es, uno de los segundas base mejor dotados del béisbol
cubano y ahora recibe dividendos de
altura.


Así ha ido pasando con otros peloteros y boxeadores: Rigondeoux,
Gamboa, Hurtado , Solís, Richard Abril, la Cobra Santana, Dorticós y hasta
Forestal; todos ignorados por los
medios, todos conocidos y reconocidos por un público que ve la Serie nacional y
sigue los récords de Yasiel Puig .
Pero le toca el turno a Héctor Olivera, muy querido en esta tierra. Las tertulias andan por todos lados con el mismo tema, las preguntas sobre su padecimiento, la incertidumbre que existía sobre su carrera. Nadie habla de traición, derrota o asunto por el estilo, los de este lado le siguen y al parecer lo harán siempre, como han hecho con boxeadores y hasta donde he visto le desean todo el bien a Héctor Olivera, un pelotero que muchos buenos momentos nos dejó a los de aquí y seguro hará lo mismo a los de las dos orillas.
Es cierto, Olivera le hace mucha falta a nuestras dislocadas avispas, pero su vida también se debía una apuesta como la que ha hecho, como diría Antonio Pacheco: ¨El terreno dirá la última palabra¨.
Pero le toca el turno a Héctor Olivera, muy querido en esta tierra. Las tertulias andan por todos lados con el mismo tema, las preguntas sobre su padecimiento, la incertidumbre que existía sobre su carrera. Nadie habla de traición, derrota o asunto por el estilo, los de este lado le siguen y al parecer lo harán siempre, como han hecho con boxeadores y hasta donde he visto le desean todo el bien a Héctor Olivera, un pelotero que muchos buenos momentos nos dejó a los de aquí y seguro hará lo mismo a los de las dos orillas.
Es cierto, Olivera le hace mucha falta a nuestras dislocadas avispas, pero su vida también se debía una apuesta como la que ha hecho, como diría Antonio Pacheco: ¨El terreno dirá la última palabra¨.
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