Los carnavales se respiran ya, son parte del aire
Cuando en noviembre suene
una vez más el pistoletazo virtual de los carnavales, volveremos a sentir la
vibración de unas fiestas que aquí se llevan muy hondo. No sé cómo será el
crepitar de un fiestón en el triste
Buenos Aires o en medio de la alegría trepidante de Rio de Janeiro, pero sé que
en este humilde pueblo de unos 90 mil
habitantes los carnavales llevan la hondura de las cosas que le mueven el alma,
el piso y las células a quienes la viven.
Sé de personas que traviesan
el atlántico solo por bailar con nuestra música, ni importa cómo se ve el mundo
desde Dusseldorf, vienen y se disuelven en la multitud y beben cervezas con sus
vecinos y comen frituras del maíz que se cosecha en Jarahueca o Los Reynaldo.
Hay algo de tremendo, puro, que nos llega desde el aire mismo, como me dijera una amiga asentada
en Madrid es como que los cañaverales se te siembran en la memoria, por eso
estas fiestas vuelven con el sabor de lo alto, de lo difícil de describir sin
un toque de emoción revoloteando en la sien.
A estos carnavales de 2013
se les les espera entonces con pasión
redoblada. El año pasado
una ventisca con nombre de infante “Sandy”, se llevó los techos de las
casas, las ventanas de otras, los árboles, más de 300 postes eléctricos, unas
140 escuelas, incomunicó a Songo -La Maya con Guantánamo y como es lógico se llevó también las fiestas de Carnaval.
Solo en abril
de este año volvimos al baile
cuando, nada más y nada menos, que Los
Van Van se presentaron por primera vez en Songo – La Maya. Fue otro suceso
inmenso, tres días antes del concierto la gente se pasaba el documental de Ian
Padrón, hablaban de las veces que Lelibere y Yenny se habían ido hasta Yerba de
Guinea, de El Lele o de cómo Juan Formell se veía tan joven con algo más de 70
años.
Luego de aquel memorable concierto la espera
renació. Las fiestas que Sandy se llevó reaparecerán en noviembre. Ya los hay
quienes desde Europa preparan maletas y los vecinos hacen historias de fiestas
pasadas y rumoran que a lo mejor vuelve Van Van o que Fabré quizá reaparezca, pero lo cierto es que
se espera otra vez el carnaval en Songo-
La Maya, lo mismo desde los cafetales de San Enrique, que en las siembras de la
Genoveva o Los Reynaldo, porque estas fiestas, sin dudas, llevan la hondura de las
cosas que le mueven el alma, el piso y las células a quienes la viven. Es algo
difícil de explicar. Hay que vivirlo.
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