Vendaval



Calle José Joaquin de Cárdenas luego de Sandy


Salir a la calle con el alma a cuestas, luego de que el vendaval se lleve casi todo: las tejas, las luminarias, la ropa y hasta el olvido. Salir con el pan en el ansia y la memoria llena de las cosas arrastradas por el viento, salir a ver si está el hermano o el amigo, a pedir perdón quizá porque a la hora en que la muerte se le posa a uno cerca se prometen todas las cosas.

 Salir y encontrar los postes en el piso, la radio deshecha entre el agua del contén , los teléfonos absurdos, sin colores apenas, tirados por las calles, los techos enrolados como trozos de papel en todas partes, una mujer buscando la tapa trasera de su televisor, los cables como telarañas enredando la visión , las palabras, el suelo.

 Encontrar al vecino sin un saludo normal, más bien con las manos en el alma: ¨Dios mío¨, ha dicho en medio de un noviembre telúrico, ¨En mi vida había visto eso, ni el Flora¨ dice el señor de setenta y tantos años.

 Y luego las palabras, el hombre que perdió su gato, el perro de golpes hinchado en un rincón, cientos de gorriones muertos en el comedor de una escuela, la gente buscándose a si misma entre los recodos del día.

Era el 25 de octubre y en la madrugada muchos ignorantes de las pasiones de las ventiscas quedaron en casa y el vendaval se llevó casi todo trastro de valentía, aunque los hubo intrépidos; en Jutinicú, un poblado de Songo – La Maya,   varias mujeres acudieron al auxilio de otras mujeres en medio del viento, un hombre de Alto Songo salió a buscar a una familia que había quedado sin techo.

 Lo que  recordamos, sin embargo,  muchos santiagueros  es la más extraordinaria historia para contar y ahora espantamos el pánico, en largas  filas  hombres y mujeres  tratan de recuperar lo perdido, el gobierno asume parte, la gente recoge sus cosas y vuelve para empinar el sueño, otra vez , con la pasión en ristre, y el pasado tiene aquel aire tremendo, pero las ganas de seguir se alzan  y arremeten contra lo malo:  ¨Siá carᨠoí gritar a una mujer negra quien miraba a su marido poner una tejas mientras ella echaba un jarro de agua a la calle y me miraba salir con el alma a cuestas , luego del vendaval.




Comentarios

  1. Cuántos destrozos... pero vamos levantándonos Rogelio, gracias miles...

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  2. Sí terribles días que por suerte quedan solo para relato aunque con trazas de dolor.

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