Los carnavales se respiran ya, son parte del aire

Cuando en noviembre suene una vez más el pistoletazo virtual de los carnavales, volveremos a sentir la vibración de unas fiestas que aquí se llevan muy hondo. No sé cómo será el crepitar de un fiestón en el triste Buenos Aires o en medio de la alegría trepidante de Rio de Janeiro, pero sé que en este humilde pueblo de unos 90 mil habitantes los carnavales llevan la hondura de las cosas que le mueven el alma, el piso y las células a quienes la viven. Sé de personas que traviesan el atlántico solo por bailar con nuestra música, ni importa cómo se ve el mundo desde Dusseldorf, vienen y se disuelven en la multitud y beben cervezas con sus vecinos y comen frituras del maíz que se cosecha en Jarahueca o Los Reynaldo. Hay algo de tremendo, puro, que nos llega desde el aire mismo, como me dijera una amiga asentada en Madrid es como que los cañaverales se te siembran en la memoria, por eso estas fiestas vuelven con el sabor de lo alto, de lo difícil d...